Categoría hasta 14 años
Ganadora: María José Expósito Alarcón, de Noguerones
Categoría de 14 a 18 años
Ganadora: Andrea Fernández Suárez, de Miranda de Avilés (Asturias)
Segunda clasificada: Olaya Cruz Menéndez, de Miranda de Avilés (Asturias)
Categoría de 18 a 65 años
Ganadora: Teresa Buzo Salas, de Las Cabezas de San Juan (Sevilla)
Segunda clasificada: Cristina Marí Torres, de Maratxi (Islas Baleares)
Categoría de más de 65 años
Ganadora: Soledad Peláez López, de Alcaudete
Segunda clasificada: Dominga Jiménez España, de Alcaudete
Las cartas ganadoras, han sido estas:
Querida mamá:
Te quería decir que eres una persona muy especial para mí y también que te quiero mucho, por todos tus detalles que nunca olvidaré. Te quiero muchísimo y te lo quería decir. También sé que no solo eres una madee, también eres una buena amiga, porque si tengo algún problema me ayudas a resolverlo, si te confío algún secreto lo guardas. Por todo eso y mucho más para mí eres una mamá especial. Te quiero y por eso te quiero decir que si alguna vez estás triste acuérdate de mí, quizás mis recuerdos te hagan sonreir.
Me acuerdo de cuando era pequeña, como jugábamos, como me mimabas y sobre todo cuando me ponías esos dibujos que tanto me gustaban, pero que tú odiabas; y aún así tú me los ponías para que yo no me enfadase. Y ahora de mayor he comprendido muchas cosas que de pequeña no entendía, entre ellas que una mamá como tú es fácil de querer, dificil de encontrar e imposible de olvidar. En tres palabras: ¡Mamá eres genial¡
María José Expósito Alarcón - Ganadora Hasta 14 años.
Una química, Un amor
Quizá, hace apenas unos meses hubiese sido mucho mejor hacerte esta carta. Todo era tan extraño y yo me encomtraba tan mal, que podría relatar hojas y hojas de todo nuestro desechable amor. No nos entendíamos, como comentario, podríamos decir que apenas nos conocíamos; cuando uno estaba en América, el otro como mínimo intentaba permanecer en Asia y así nos pasábamos la vida, de un lado para otro sin ni siquiera expresar todo aquello que podíamos sentir.
Un día, seguramente el más importante de toda mi vida, en uno de nuestros intentos por permanecer lo más separados posible, tuvo lugar un pequeño error, donde ambos nos topamos uno enfrente del otro. El mejor fallo de mi vida, y es que a pesar de que las matemáticas sean una de mis asignaturas preferidas, esta vez he estado de acuerdo en dejarlas a un lado, para escoger una única fórmula de todas ellas, que es la de la gran química interminable que existe entre nosotros dos.
De ella he sacado como dato que han sido exactamente hasta el momento, 2136 horas compartiendo nuestras vidas; de las que 1068 las hemos pasado soñando uno con el otro. De la otra mitad restante, 534 las hemos invertido en discutir, por tonterías si, pero esas pequeñas discusiones han consolidado nuestra relación hasta hacerla totalmente indestructible. Nos convertimos en el juego preferido de todos los de nuestro alrededor. Ellos tiraban el dado sobre sus manos y el número que allí salía, se lo jugaban para acertar el número de peleas que tendríamos los dos durante el transcurso de la semana. Pero siempre nos quedaban las otras 534 horas que pasábamos pegados, sin apenas 10 centímetros de separación, sin duda algunaeran los mejores recuerdos de mi vida, y es más, hay en día siguen siéndolo.
Si, si, aún es demasiado pronto para hablar de grandes proyectos, ya que apenas nos quedan 23 horas para cumplir los dos meses como una pareja estable, de esas que se quieren desde su primer día, hasta el último de la eternidad. Pero alguien, me dijo una vez, que el amor puede durar tres días, tres meses o tres años. Yo de momento, los tres días los he pasado, y supongo que a los tres meses pueda llegar. Por eso, quiero decirte, que siempre me tendrás a tu lado, y que si un día decides que esto no sea así, no ocurrirá nada, porque lo aceptaré, y dejaré que únicamente en tu corazón queden esos bonitos recuerdos, que afin de cuentas, son los que nos tienen que importar.
Comenzamos sin nada, y ahora tenemos demadiado; nuestrea propia serie donde identificarnos, así como nuestra película y nuestra canción. Aunque lo más importante no deja de ser ese libro lleno de páginas blancas con pequeños grabados, que una vez más, dejan entrever el gran suspiro de amor que corre por todas nuestras venas.
Gracias por hacer de mis delirios, unos meses estupendos carentes de todo tipo de tristeza.
Haz que estos dos meses se conviertan en muchos más. Te Quiero.
Andrea Fernández Suárez - Ganadora de 14 a 18 años
Cartas selladas
Al acabar de escribir decidiré si esta carta acaba en tu bozón, o como tantas otras e nlo más profundo de alguno de mis cajones sin fondo, dode reposa todo aquello que jamás me atreví a enviarte.
Porque cuando cae la noche, y en la oscuridad de mi habitación el mundo deja de girar descontrolado y mis recuerdos empiezan a hacer lo propio, las lágrimas y la melancolía se apoderan de mí.
Cuando el sueño nunca llega y la tristeza me inunda, simplemente sé que tú eres la razón de ello. Es algo de lo que estoy infinitamente orgullosa, y sin embargo me niego rotundamente a enseñar.
Si estar contigo era doloroso, imagínate soportar un invierno sin ti... Ya ni siquiera dentro de mi estoy a salvo de tu hechizante mirada. Esa mirada que deseo volver a ver enfrentada a mi, en un beso infinito. Y es que es infinitamente menos doloroso imaginarme a tu lado, que recordar aquel único día que compartimos.
En el momento en que falta el aire en cada palabra, cuando mis manos tiemblan sin razón aparente, mi voz se toma un suspiro y desemboca en un "te quiero", entonces tu lejanía se hace latente, y sin embargo aún te noto tan próximo...dolorosamente cercano. Abuso de los puntos suspensivos. Lo hago poorque es dificil encontrar sintagmas adecuados, palabras de la talla de mis sentimientos.
Mientras que tus palabras viajan de una a otra de mis pesadillas, martilleando mis desvelos, como melodías que suenan lejanas en el tiempo y que vuelvo a escuchar ahora, sumida en tu recuerdo, evoco en mi memoria cada uno de los momentos en que empezabas a ser la razón de mis utopías.
Ojalá las nubes hubieses permanecido en las alturas, lejos de nuestros sueños. Ojalá la distancia fuese colo una barrera para lso atletas.. Nada de esto hubiera sido así.
La paradoja más bella de mi vida eres tú, que sin comprenderte, creo saberlo todo acerca de tí. No entiendo donde se han ido tus manos heladas, ni por qué, gélidas como eran, me proporcionaban todo el calor que necesitaba.
No sabes cuánto duelo pensar, que mientras yo me enamoraba tú solo intentabas olvidar. Si lo conseguiste, solo te pido de corazón que me enseñes a hacerlo. Pues cuando te olvide, sé que eres féliz.
Hasta entonces me queda solo fingir sonrisas y llorar después en silencio, en el abrigo de la soledad, y desear la proximidad de ese día, en que huirás de mis recuerdos.
Quisiera poder contarte cuantas cosas han cambiado en mi vida gracias a ti, pero tengo miedo. Mi ansiedad me empuja a escribirlo, y mi cobardía me obliga a retenerlo donde solo yo pueda leerlo una y mil veces imaginando que oyes susurrar mis pensamientos y comprendes lo mucho que te quiero.
No voy a escribir una despedida, no pidría. Sería mentirme a mi misma ya que, aunque solo sea deambulando entre mis delirios, estará aquí para siempre.
Fdo: Esa chica que colecciona cartas selladas
Olaya Cruz Menéndez - Segunda clasificada de 14 a 18 años
Amor vegetativo
Como cada semana te escribo una carta donde te cuento todas las anécdotas, para que cuando te despiertes no sientas que te has perdido nada. Como alguien dijo una vez, la vida es un libro lleno de páginas en blanco que escribir, así que no te preocupes porque las tuyas las estoy rellenando yo con mis palabras. ¡Si pudieras ver lo grandes que están las niñas! La mayor es casi tan alta como yo, y la pequeña me llega ya por la cintura. Ahora te está haciendo un dibujo para colgarlo en el cuarto del hospital junto con el resto. Está entusiasmada, restregando con sus pocas fuerzas los lápices de cera sobre el folio, al tiempo que me mancha de rayones azules la mesa de la cocina. Al mirarla me veo a mi misma intentando pintar un alma que parece estar en blanco, un alma que se quedó vacía y que suena a hueco las noches que no puedo estar a tu lado, pero que vuelve a teñirse de arco iris cuando te visito por las mañanas. En el dibujo aparecemos los cuatro dando un paseo por el parque bajo un sol redondo, muy amarillo. Es extraño porque ella suele dibujarte tumbado sobre la cama del hospital porque no te recuerda de otra manera. Sin embargo en esta ocasión te ha dibujado de pie. Dice que lo ha visto en sueños. ¡Ojalá se cumpla! ¡Ojalá podamos un día ir a al parque los cuatro juntos, bajo un sol amarillo o azul o rojo, pero juntos y poder charlas, reir! y, ¿por qué no discutir?. Y es que siempre querías llevar la santa razón, y esa razón tan santa y a veces tan necia te llevó a postrarte en una cama de hospital, pero no quiero hablar de eso ahora. Mejor te hablo de nosotros, de las cosas que vamos a hacer cuando se acabe esta larga y pesada espera que huele a pasillos verdes y desolados, a desinfectante y a comida insípida.
Siento decirte que ayer discutí de nuevo con la enfermera. Dice que no puedo pasarme todas las noches en el hospital, que tengo que tener la espalda destrozada de dormir doblada en el sillón de plástico marrón. Dice que ya bastante hago con trabajar, con recoger a las niñas de casa de mi madre y llevarlas al colegio. Se atrevió además a decir que tengo mi hogar desatendido y que las ojeras me cuelgan bajo los ojos como dos palomas pardas, grandes y muertas. ¡Que sabrá ella de palomas¡ Yo las siento reposando sobre mis pechos cuando duermo agarrándote la mano. Mi cuerpo se bate en alas al percibir el pulso de tu muñeca, esa deliciosa melodía, esa tonada de sangre a una misma cadencia rítmica, alentadora, viva... ¡Que sabrá ella!
Mañana es domingo, así que mientras las niñas salen con un grupo de amigas, yo me quedaré contigo. Recuerdo que te decía que era el único día de la semana que parecía echar anclas sobre un montón de nada. Tú no me entendías, y entonces te explicaba que los domingos son como páramos desiertos después de salir de una selva llena de idas, venidas y quehaceres que no acaban nunca. Y en mitad de ese páramo seco, la nostalgia holgazaneaba sobre nosotros. En esas mañanas domingueras yo solía remolonear en la cama, abrazando la almohada en posición fetal. Tú me rodeabas con tus brazos y me apretabas fuerte contra tu cuerpo como si quisieras infiltrarme dentro de ti para no salir nunca. A los pocos segundos empezabas a darme besos, besos de aliento agrio y seco que me sabían a pan recién horneado, a café caliente y a pastel de gloria. Ahora todo es distinto, ya no me parecen que los domingos sean eriales desolados ribeteados con hilos melancólicos de cariño. Ahora mi mundo se centra únicamente en la cantidad de tiempo del que dispongo para estar a tu lado. Rebuscar en el calendario ese día de asueto que me libere de mi yugo laboral, y salir corriendo derechita al hospital con el corazón en la boca porque he sentido un pálpito. Y es que a lo largo de estos ocho años la esperanza ha sido mi leal compañera. Esa senda verde de poeta enamorado que camina sin mirar atrás me ha seguido a todas partes.
Sin lugar a dudas lo más sublime del día es el momento en el que te aseo. Casi tengo que demandar a la clínica porque no me dejaban hacerlo sola, ¡todo eran problemas! que si necesitaba la ayuda de un profesional, que si pesas demasiado para darte yo sola la vuelta y, ¡tantas miles de paparruchadas que he tenido que oír¡ Pero claro, ¡que saben los médicos de intimidad! Si están acostumbrados a rajar y mostrar las vísceras de sus pacientes frente a un equipo quirúrgico de quince personas. ¡Quien mejor que yo para atender a tus cuidados! Si conozco cada centímetro de tu piel, como si tu cuerpo fuera un mapa donde buscar signos y descifrar claves para encontrar un tesoro. Un magnífico caudal de fortuna que eres tú y sólo tú mi amor. Puedo ubicar mentalmente cada lunar, cada pequeña arruga y vello erizado de tu pecho. Incluso ahora lo conozco mejor que antes, y es que me gusta contemplarte largamente mientras te desnudo, quitándote las prendas con tacto y sosiego. Quisiera ser esa brisa que arrebata con diplomacia briznas de paja a los trigales secos. En esos instantes, mientras te deshojo cada uno de tus pétalos, dejas de ser mi esposo para convertirte en mi retoño. Un niño al que cuido, y al que hablo con esa media lengua que empleamos las madres para dar luz y guía al alma.
Así paso cada tarde de este estío, espolvoreando con azúcar glasé una hiel injusta. Una amargura espesa que se sube a la garganta y deja un gusto acre, repulsivo pero soportable. Aunque no quiero que ese sabor a bilis reseca se evapore del todo, porque no hay nada que me aterrorice más que dejar de sentir asco por esta iniquidad que han hecho contigo. Me niego a acostumbrarme. Me niego a arrastrar mi subsistencia por una travesía tediosa y a convertirme en una matrona autómata, curtida en la rutina. Quiero que el alma me duela como el primer día para seguir poniéndole cara a la adversidad.
Las noches siempre son peores que las mañanas, y sobre todo aquellas en las que no puedo estar contigo. En esas madrugadas pendencieras cuando el silencio se apodera de la casa, y las sombras vagabundean por los pasillos arrastrando sus largas mantas grises, abro tu armario y meto mi cabeza entre tus camisas. Dejo de respirar por unos segundos. Después medio ahogada, aspiro con todas mis fuerzas para sentir tu aroma e imaginar que me estás abrazando. Lo hago justo antes de irme a dormir, cuando ya me he puesto el pijama y tengo la lamparita de noche apagada. Así cuando cierro tu armario me cuelo bajo las mantas envuelta en tu aroma. Algunas veces el insomnio me despierta a media noche y aparezco en tu lado de la cama, pero rápidamente me doy la vuelta porque ése es tu lado y todavía lo sigue siendo. Sé que un día de estos me llamarán. Me darán buenas o malas noticias. Sé que puede pasar tanto un día como cincuenta años hasta que eso suceda. Sé también que pase lo que pase debo de mantenerme firme por las niñas. Entretanto amor mío te sigo y seguiré rellenando con mis palabras las páginas de este libro en blanco que conforman tu vida y la mía.
Teresa Buzo Salas - Ganadora de 18 a 65 años
Mi esquivo amor, mi dulce amigo:
Han pasado ya dos años desde aquel día en que me citaste en aquel pequeño restaurante y aún recuerdo el lugar, incluso la múscia...; hasta el color de tu camisa y la marca de aquel vino que consiguió haceme reir y encender mis mejillas.
Esperaba anhelante una declaración de amor; la deseaba desde hacía ya mucho tiempo. No necesitaba escuchar hermosas frases, ni poemas, ni largos discursos...;dos simples palabras hubieran bastado para que miles de estrellas hubieran hecho brillar mis ojos.
Sin embargo allí me hiciste saber lo único que estabas dispuesto a entregarme, la única relación que estabas dispuesto a compartir conmigo. Una relación sin promesas, sin ataduras...; sin ningún futuro. Una relación exenta de programaciones, de calendarios, de obligaciones... Una relación donde nunca conjugaríamos el verbo amar, donde nunca dejaríamos aflorar nuestros sentimientos. Una relación donde podríamos seguir compartiendo otros lechos, otras caricias, otras promesas...; donde podríamos seguir con nuestros esporádicos encuentros íntimos, de esos que lejos de hacerte feliz, te van arañando el alma y consumiendo poco a poco por dentro.
Quiero confesarte, que acepté tus condiciones porque te quería, porque sabía que era el único modo de poder continuar a tu lado. Pensaba..., tal vez ingenua de mí, que mi amor conseguiría disipar las sombras de tus dudas, que mi amor te arrastraría como el agua de un río que se desboca, que cederías finalmente al dulce placer de compartir conmigo tus sueños.
Pero hoy te voy a decir algo que probablemente aún desconoces. Porque aunque las palabras se nieguen a salir de tu boca, aunque tu mente siga resistiéndose a pensar lo que sientes..., el lengujae de tus manos cuando me acaricias, el de tu piel que se estremece cuando me tocas, el de tus ojos que se empañan cuando me miras, el de tus labios que buscan sedientos mis besos..., ese lenguaje, amor, ese lenguaje me va diciendo constantemente lo mucho que me estás queriendo.
¿Porqué te empeñas entonces en seguir negando lo que puedo leer en tus ojos? ¿Porque no dejas volar tus sentimientos y los liberas de las cadenas que los atan a tus temores, a tus preguntas sin respuesta, a tus fantasmas sin rostro?
Sé que estás herido, porque antes de mí te hirieron. Sé que intentas mantenerte agazapado tras esa máscara de indiferencia y frialdad que muestras y que has perdido la fe en el amor, fruto del dolor y la decepción que te causaron.
Quiero que sepas que nunca he intentado controlar tu vida, ni he tratado de convertirme en el celador de tus actos, ni en la obsesiva sombra que te persiga por todas partes para controlar tu conciencia. Nunca he pretendido convertirte en el juguete que me entretenga, ni en el bufón que me divierta, ni en el barro en el que moldear mis fantasías. Sólo aspiro a tener junto a mí al amigo, al amante, al aliado, al confidente, al compañero. Sólo a ti aspiro.
Quiero que me permitas caminar a tu lado..., por senderos paralelos si así lo deseas, sim importar la distancia que recorramos. Quiero hacerlo cogida de tu mano, paladeando todos y cada uno de los momentos de nuestro presente. Quiero hacerlo sin mirar atrás, sin barreras que bloqueen nuestros sentimientos, sin mordazas que ahoguen nuestras palabras. Sin perder uns instante.
Pero no temas...; cuando decidas soltar mi mano te dejaré marchar, sin un reproche, sin una queja.
Cristina Marí Torres - Segunda clasificada de 18 a 65 años
28 de Febrero de 2007
Una carta de amor le escribo a mi marido,
mariposas en el estómago y el corazón encendido.
No porque seamos mayores no sentimos lo mismo,
yo le dí mi corazón y el me dió su cariño.
Pero el amor hay que cuidarlo día a día,
hay que cultivarlo para que el amor no se enfríe
y esa rosa no pierda su color ni su perfume.
Yo lo mismo lo cuido para que no se vaya enfriando.
El amor es maravilloso,
pero día a día es como la tierra,
que hay que labrarlo para que no se rompa el amor,
ni la pasión, ni la chispa se vayan apagando,
si no se hace de esa manera todo se va acabando.
Estas letras con el corazón en la mano
se las dedico a mi marido,
en medio del amor yo le dí todo mi cariño.
Somos dos amores, muchos no habrán igual que aprendan de nosotros,
lo que es el amor, la paz y la libertad.
Yo le digo a mi marido que si yo muero primero,
me ponga en la tumba un ramo de flores de todos los colores
y que sepan a los cuatro vientos que fuiste el amor de mis amores.
Yo te esperaré en el cielo, con cintas de mil colores
te espero amor de mis amores.
El amor se vuelve un volcán totalmente enamorados tú y yo,
explota el volcán entre tú y yo,
la lava se aleja de nuestro corazón de una gran pasión
y nos sentimos en una nube y en el fuerte ciclo tu y yo
dos cuerpos unidos en un fuerte latido de nuestro corazón.
Soledad Peláez López - Ganadora más de 65 años
En el día de los enamorados yo te escribo esta carta acordándome de tí.
Pecar sin querer pecar. Solamente en mi cabeza haces que todo esté alerta,
para poder pensar más quisiera volver atrás.
Encontrar tu mirada, poder besarte la cara y sentir tu respirar.
Pecar sin querer pecar, entrelazadas las manos sin tenerlo que ocultar.
Pecar sin querer pecar, miro tus ojos y veo que no quiero ver,
miro tus labios y quiero lo que no puede ser verdad.
Que este mundo es cruel aunque esté lejos de ti.
Aun mirándote de lejos, mirándote soy feliz.
Cuatro brazos que se cruzan, dos cuerpos que se confunden y salen envueltos en llamas, dos manos que fuerte aprietan, que se atan y se desatan, dos corazones latiendo hasta que llegan al alma, te digo que significa, AMOR es la palabra.
Dominga Jiménez España - Segunda clasificada más de 65 años
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