Pese a lo cual declaró "la vida es mágica" cuando supo por boca de la ministra González Sinde que era ella la elegida para recibir un premio que se le resistía desde hace años, no por no reunir los méritos necesarios, sino por su condición de mujer.
Una injusticia más de las muchas que se han cometido por defecto o por exceso con las mujeres, ya que no creo que nadie discuta los grandes méritos literarios de la escritora catalana, capaz de deleitarnos con una cuidadosa prosa, conectando así, a lo largo de casi 35 años, con varias generaciones de lectores, bien sean hombres o mujeres, jóvenes o mayores.
A Ana María, como a tantas otras escritoras de su época, le ha tocado sortear los rigores de una férrea dictadura, de una madre exigente y autoritaria, de una educación en la que la mujer ocupaba un lugar secundario. Lo ha hecho como mejor sabía hacerlo: volcando sobre el papel sus sentimientos más íntimos, sus experiencias más duras, dando rienda suelta a sus recuerdos infantiles, a sus sueños, a su soledad de mujer y escritora que ansiaba un mundo más justo e igualitario. Una igualdad que ya es real, pese a que todavía hay reductos donde el machismo, la violencia y la discriminación siguen estando vigentes.
Mi felicitación más sincera, porque se ha convertido en el espejo en que miles, millones de mujeres se pueden mirar orgullosas por pertenecer al género femenino.
En la biblioteca, puedes leer sus libros:
Luciérnagas
Los Abel
Paraíso inhabitado
La torre vigía
Fiesta al Noroeste
Los hijos muertos
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