Con frecuencia se oye hablar del olor a libro, pero... ¿qué es lo que se huele cuando se acerca la nariz a un libro o en librerías y bibliotecas?, ¿por qué?
Con la irrupción en el mercado de los e-readers o libros electrónicos, muchos lectores han apelado con nostalgia a la pérdida progresiva de ciertas características físicas del libro tradicional; y no deja de ser curioso que el atributo más añorado en el libro sea uno que en teoría es completamente prescindible para la experiencia de lectura: el olor.
No todos los libros huelen igual. Las ediciones de papel reciclado no huelen igual que las tiradas en papel blanqueado, ni los libros de tapa dura con encuadernación cosida igual que los que llevan cubiertas de cartón encoladas; los libros de bolsillo no huelen igual que las enciclopedias de lujo, y los libros que ya han sido usados no huelen igual que aquellos que acaban de salir de su precinto por primera vez. Y, desde luego, los libros nuevos, no huelen igual que los libros viejos.
No todos los libros huelen igual. Las ediciones de papel reciclado no huelen igual que las tiradas en papel blanqueado, ni los libros de tapa dura con encuadernación cosida igual que los que llevan cubiertas de cartón encoladas; los libros de bolsillo no huelen igual que las enciclopedias de lujo, y los libros que ya han sido usados no huelen igual que aquellos que acaban de salir de su precinto por primera vez. Y, desde luego, los libros nuevos, no huelen igual que los libros viejos.
¿Por qué huelen los libros?
Sería bonito pensar que en realidad es la esencia de los personajes y las historias contenidas en ellos la que impregna las páginas de los libros: así, los libros de Borges olerían a sudor de tango, la Isla del Tesoro sería una bocanada de aire de mar, en las aventuras de Sherlock Holmes se podría olfatear tabaco de pipa y las novelas negras tendrían el pútrido aroma de un sórdido callejón de Chicago. Pero la razón de por qué y a qué huelen los libros es mucho más prosaica y responde casi exclusivamente a explicaciones químicas.
Sería bonito pensar que en realidad es la esencia de los personajes y las historias contenidas en ellos la que impregna las páginas de los libros: así, los libros de Borges olerían a sudor de tango, la Isla del Tesoro sería una bocanada de aire de mar, en las aventuras de Sherlock Holmes se podría olfatear tabaco de pipa y las novelas negras tendrían el pútrido aroma de un sórdido callejón de Chicago. Pero la razón de por qué y a qué huelen los libros es mucho más prosaica y responde casi exclusivamente a explicaciones químicas.
¿A qué huelen los libros nuevos?
El olor que se percibe en una imprenta proviene de un cóctel de sustancias usadas en el proceso de imprimir: colas, decolorantes, diluyentes de limpieza, aguas residuales, tintas, y sedimentos industriales que emiten compuestos volátiles orgánicos a cuya larga exposición pueden llegar a ser asociados la irritación a la vista y los pulmones, vahídos, dolores de cabeza… Sin embargo, estos olores, encuadernados en pequeñísimas dosis en forma de libro, contribuyen a caracterizar todo un objeto de fetichismo para los amantes del papel impreso.
La realidad es que los libros nuevos huelen a pegamento, a agentes químicos utilizados para blanquear el papel, como el cloro, y a tinta de imprenta.
El olor que se percibe en una imprenta proviene de un cóctel de sustancias usadas en el proceso de imprimir: colas, decolorantes, diluyentes de limpieza, aguas residuales, tintas, y sedimentos industriales que emiten compuestos volátiles orgánicos a cuya larga exposición pueden llegar a ser asociados la irritación a la vista y los pulmones, vahídos, dolores de cabeza… Sin embargo, estos olores, encuadernados en pequeñísimas dosis en forma de libro, contribuyen a caracterizar todo un objeto de fetichismo para los amantes del papel impreso.
La realidad es que los libros nuevos huelen a pegamento, a agentes químicos utilizados para blanquear el papel, como el cloro, y a tinta de imprenta.
¿A qué huelen los libros de papel reciclado?
El papel reciclado se consigue utilizando desecho de papel como materia prima. Se tritura el papel usado, se añade agua, se aplican los diferentes sistemas de depuración, se blanquea utilizando métodos mecánicos no agresivos, se escurre, se deposita en rodillos, se seca y se corta; por lo que en las publicaciones impresas en papel reciclado lo que suele prevalecer es el olor de las tintas y los pegamentos. Además, por lo general, los libros de papel reciclado absorben mucho más la humedad, por lo que dependiendo de su lugar de almacenamiento, este es otro olor que podemos sumarles.
El papel reciclado se consigue utilizando desecho de papel como materia prima. Se tritura el papel usado, se añade agua, se aplican los diferentes sistemas de depuración, se blanquea utilizando métodos mecánicos no agresivos, se escurre, se deposita en rodillos, se seca y se corta; por lo que en las publicaciones impresas en papel reciclado lo que suele prevalecer es el olor de las tintas y los pegamentos. Además, por lo general, los libros de papel reciclado absorben mucho más la humedad, por lo que dependiendo de su lugar de almacenamiento, este es otro olor que podemos sumarles.
¿A qué huelen los libros antiguos?
El olor de los libros viejos, desagradable para algunos y evocador para otros, también tiene un origen químico. El papel, históricamente estaba compuesto de dos materiales principales:
Celulosa, presente en la madera, el esparto o el algodón y que varía según su calidad.
Lignina, un componente vegetal que une las fibras y que varía entre un 20 y un 30 % en los vegetales, cuya función es proveerlos de dureza.
Hoy en día para obtener las pastas papeleras de calidad es preciso separar la celulosa de los otros componentes de la madera, sobre todo de la lignina. Para ello se utilizan métodos mecánicos, químicos o mixtos, pero esto no siempre se ha hecho así, y los libros antiguos poseen cantidades variables de lignina. En cualquier caso, siempre en concentraciones mucho más altas que los libros actuales.
Las empresas papeleras actuales gestionan la cantidad de lignina de acuerdo a las ncesidades específicas de cada productos:
El cartón o el papel de embalar, en los que prima la resistencia sobre el aspecto, se mantiene una proporción alta de lignina.
En los papeles para publicaciones periódicas (revistas o diarios) que han de resistir durante un corto periodo de tiempo, muy poca lignina.
En los libros nuevos, muy poco o nada de lignina, para que se conserven blancos el mayor tiempo posible.
Con el paso de los años la lignina se oxida, y suceden dos fenómenos: el primero es que el papel amarillea hasta llegar a adquirir un color tostado, sobre todo por los bordes que están más en contacto con el aire, el segundo es que adquieren un olor característico, el "olor a libro viejo", que los libros actuales, seguramente no llegarán a desprender nunca.
Definitivamente, el "olor a libro viejo" no lo harán desaparcer los e-readers, sino que progresivamente ya lo ha eliminado la modernización de la industria papelera.
El olor de los libros viejos, desagradable para algunos y evocador para otros, también tiene un origen químico. El papel, históricamente estaba compuesto de dos materiales principales:
Celulosa, presente en la madera, el esparto o el algodón y que varía según su calidad.
Lignina, un componente vegetal que une las fibras y que varía entre un 20 y un 30 % en los vegetales, cuya función es proveerlos de dureza.
Hoy en día para obtener las pastas papeleras de calidad es preciso separar la celulosa de los otros componentes de la madera, sobre todo de la lignina. Para ello se utilizan métodos mecánicos, químicos o mixtos, pero esto no siempre se ha hecho así, y los libros antiguos poseen cantidades variables de lignina. En cualquier caso, siempre en concentraciones mucho más altas que los libros actuales.
Las empresas papeleras actuales gestionan la cantidad de lignina de acuerdo a las ncesidades específicas de cada productos:
El cartón o el papel de embalar, en los que prima la resistencia sobre el aspecto, se mantiene una proporción alta de lignina.
En los papeles para publicaciones periódicas (revistas o diarios) que han de resistir durante un corto periodo de tiempo, muy poca lignina.
En los libros nuevos, muy poco o nada de lignina, para que se conserven blancos el mayor tiempo posible.
Con el paso de los años la lignina se oxida, y suceden dos fenómenos: el primero es que el papel amarillea hasta llegar a adquirir un color tostado, sobre todo por los bordes que están más en contacto con el aire, el segundo es que adquieren un olor característico, el "olor a libro viejo", que los libros actuales, seguramente no llegarán a desprender nunca.
Definitivamente, el "olor a libro viejo" no lo harán desaparcer los e-readers, sino que progresivamente ya lo ha eliminado la modernización de la industria papelera.
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